Teatro

 

 

CUANDO VENGAN LAS NIEVES

 

AUTO

 

 

 

 

 

José María Torres Morenilla

 

 

 

 

 

Cuando vengan las nieves

 

AUTO

 

Obra en un acto

 

SINOPSIS

Obra que trata tanto de la ficción como de la realidad y una invocación final a Tamo, que según recogió Plutarco, era un marinero egipcio al que una voz surgida del mar dijo << Tamo, ¿ estás ahí? Cuando llegues a Pañodes encárgate de anunciar que ha muerto el gran dios Pan >>

 

 

PERSONAJES

 

Carretera

Viejo olmo

Meandro

Cinco peces

Hombre

Viejo sapo

Vieja culebra

La nube

Coro

Lata de Pepsi Cola

Narrador

Voz

 

 

 

 

 

ACTO 1º  Escena única

 

 

En el río

 

 

Carretera- Hace tanto frío en Invierno, no sé cómo pueda gustarte a ti, (se dirige al viejo Olmo) que siempre fuiste frágil y disoluto

Viejo Olmo- ¿ Yo? qué sabrás tú de mí

Meandro del río- Os pasáis la vida discutiendo por bobadas (señala con una rama seca al Viejo Olmo) Te has quejado siempre del frío, del frío y de todo, hasta de los pájaros que se cagan en ti y no te dejan coger el sueño en sus atardeceres escandalosos. Y tú Carretera siempre dijiste ojala llegue el Invierno y desaparezca este trajín de coches con familias que vienen a pasar el domingo. No estás contenta con nada. Dicen las malas lenguas que disfrutas con los accidentes y algunos los provocas, echándote a un lado o marcando tus curvas o dándoles la zancadilla. ¿ Has visto algún Invierno sin nieve? El que está a las duras debe estar a las maduras.

Carretera- A ti, no te hablo, no puedo verte además, estás siempre debajo de mí, solitario bajo mis puentes y pasa-ríos, enrollándote con ramajes y hojarascas, no sabes nada del mundo, estás habitado por los melindrosos peces, les sirves de madriguera, los ocultas en los inviernos y te llenan con sus babas.

Viejo Olmo- ¿ A qué viene meter a los peces en esto? los pobres son apocados y silenciosos...

Cinco peces (contorneándose y doblando sus brillantes lomos, asoman sus bocas redondas, cogiendo aire como si se asfixiaran) al unísono- ¿ Cómo que apocados? Apocado tú, con la galeruca que te trae por la calle de la amargura, que si plaga, que si me voy a morir, tómate un trago de Sevin contra la galeruca que te devora, mejor que el vino tinto que tanto gustas y bebes con tus poetas, dices a todas horas cuándo vendrá la nieve y acabe con la vida de los bribones escarabajos, nos tienes hartos. ¿ Qué clase de nieve quieres ? ¿ La blanca que consumías a tus veinte años? ¿ O la de verdad, criatura cruel que acabará con todos nosotros? Viejo Olmo, gordiflón, muérete ya, que va siendo hora...

Hombre malo ( escritor por más señas)- Qué hermoso el campo y pacífico, ninguna discusión en sus aceras, nadie pelea, es la paz, tú, viejo olmo qué bien plantado estás en medio de Natura, dando tu acogedora sombra, rebosas salud; y tú río, de pocas y cristalinas aguas, remado por los suspiros, con meandros que solo cantan cara al Sol que te baña, y susurros de campanillas de plata en sus coronas livianas de efímeras espumas, el frío del Invierno se acerca y os ocultará, tesoro de la Naturaleza, y un pacífico manto de armiño os cubrirá...

Cinco peces, al unísono- Quién es este loco, fijaos si lleva caña, los locos así tratan de pescarnos con corchos flotantes y miguitas de pan ¡ con lo que engorda el pan! En serio amigos, lo sentimos pero nos vamos, nos ocultamos en las cosas profundas para no picar con la charlatanería de los locos hombres ( desaparecen en el fondo del meandro)

Un viejo sapo que pasaba por allí- Me daría un bañito, pero no sé si sé nadar: hace tanto tiempo que fui renacuajo y llevaba la cola al revés...

La vieja culebra- Cae en mi trampa sapo sabio, tontorrón, acércate a la orilla, verás qué fresquita está mi boca y qué calentita mi tripa

Viejo Olmo- Cuánta gente esta mañana, el verano se alarga para nuestra ruina: cuando venga la nieve acabará con todos. ¡ Que venga pronto la nieve!

Carretera- Que venga pronto la nieve (imitándolo, temblando la voz) Para que rompa la carretera por mil partes, con sus aguas negras y me saque los años. ¿ A ti te gusta parecer más viejo, viejo Olmo?

La nube ( suelta un puñadito de agua)- ¡ Agua, va!

Coro- ¡ Refugiaos, se pone a llover ahora! Y todavía no hemos cantado...El tiempo está loco, loco, loco, llueve cuando no, nieva cuando sí, hace calor en Invierno, el Verano hace temblar de frío, el tiempo está loco, loco, loco, pasito para alante, pasito para atrás, qué sería del mundo sin los coros cantores, despertamos a las masas, uniformamos rigores, que nos suenen los cañones, que nos dejen de sonar, busquemos un refugio o la lluvia mandará, que nos manden los gritones, los alegres y los dispares, que manden los que los callan y sabréis por qué callar, el tiempo está loco, loco, loco, ha dejado de llover, mucho cielo y poca agua, a quién nos recordará...el tiempo está loco, loco, loco, nadie nos callará ( el coro se va por la puerta de atrás de la Naturaleza a darle la tabarra al otro mundo que está pegado piel con piel al que se ve)

La vieja culebra- Me cago en la mar, el asqueroso sapo me ha llenado de su blanco pegamento. Así te pudras y mueras ahogado en la poca lluvia. ( Escupe) Nunca aprendo, soy yo la tontorrona sierpe, ranos y sapos me la juegan con sus babas envenenadas, bichos del infierno.

Meandro- Cuatro gotas y ya siento subir el volumen del agua, qué agradecido el río y qué fecunda su labor en la vida, arrastra las encolerizadas aguas y las lleva fecundas a regar la seca Tierra. Yo remoloneo de placer solitario, cual alcalde de Zalamea, solo de pensar en la crecida. Al menos la lluvia ha hecho callar los lamentos del Viejo Olmo, nacido de adorno y enfermo de narices. ¡ Eh, Viejo Olmo! Como te callas ahora y no te quejas ni pides nieves, el agua apaga el sarpullido de tu verde y escamosa madera, calenturiento.

Viejo Olmo- Sigue callado, Meandro o Meado, como quiera te llames, estás mejor así, el río oculta tu desnudez. Yo no me quejo de nada ni a nadie. Añoro un vestido de nieve, me hace falta el cristal de la nieve para calentar de verdad el maderamen y matar los pulgones y los ácaros, siglos de llevarlos encima, han destruido mis hojas y devoran glotones mi corteza. Hora es que mueran.

Carretera- Yo no me quejo, yo no me quejo. ¿ Habrá alguien más quejica? Me tienes achicharradita con tus lamentos. No te entretienes ni siquiera con mis curvas, que son las más lindas que se hayan visto, las tienes cerca y ni siquiera les echas un ojo, como los mozos, a hurtadillas. Solo sabes llorar. Recuerdo cuando yo era calzada romana, una Vía importante, familia de la Appia, era solo piedra, piedra sobre un arcón de cemento, cuidada con mimo por la Ingeniería y tú viejo Olmo un chavalito apenas nacido tartamudeabas y nada sabías de nada nunca. Yo te tiraba los tejos para que te fijaras en mis incipientes curvas pero tú no me hacías caso, ya entonces te quejabas de las arañas que tejían en tus ramas sin tu permiso y chupaban costras negras de insectos atolondrados. Fuiste un muchacho llorón, reconócelo, no aprovechaste la juventud debidamente. Yo al contrario tengo mucha experiencia, acumulo recuerdos, viajo mucho, por todo el mundo, podría hablar y no parar de las cosas que atravieso. Así me lo creo; aunque, la verdad, en mis ratos ausentes, solo soy lo que soy, una vieja carretera, hija un viejo camino, nieta de una Vía romana, con muchos años y achaques y poquitas lenguas que llevarme a la boca. Tengo por compañía un Viejo Olmo quejumbroso, metido hasta las nalgas en el río; no sabes el aburrimiento que me causas, eres el argumento de las escuelas, tu vieja poesía es de profesores miopes con gafas turbias. Desperdicias, sin mirarlas, mis hermosas curvas, que causaron pavor a los caballos y encabritaron a los jinetes mecénicos...

Viejo Olmo- Calla, charlatana, hablas demasiado. Me tienes envidia. Eres una cosa a extinguir y ser prohibida por el Gobierno que Todo lo Prohíbe, y yo soy una especie protegida.

Meandro del río- Disfrutad la escasa agua que ha dejado caer una nube, ya desaparecida, y no os peléis como viejos que lleváis siglos juntos, soportándoos. Tempus fugit.

Carretera- ¿ Ahora hablas latín, Meando o como quiera te llames? Estás mejor callado.

Coro- (Vuelve para estupor de todos) Ha cesado de llover, qué pronto la vespertina noche dejó la faena al tiempo y nos dejó sin trabajo, sin ruidos nunca habrá coros que canten a destajo, araremos los silencios, brincaremos por los campos, seremos un coro callado. Qué pronto en esta vida nos quedamos sin trabajo. Nosotros que a todos esta vida y la otra con rigor os explicamos. ¡ Chisss...! el silencio es el nuevo amo.

Un viejo sapo- De buena me libré, son todo trampas, las harpías maquinan en la oscuridad, acechan por caminos y lacustres, se abalanzan como fieras y te engullen sin cuidado. Ay mundo complejo, qué sencillo parecerás a los simples y cuán complejo a los doctos y sabios, y qué pocos de estos escapan a las garras fieras de los indeseables manipuladores. Hoy no me baño más, básteme la poca agua que ha dejado escapar la solitaria nube para mojar mi piel reseca y mi veneno. Camuflado en la hojarasca, esperaré que llegue la ávida mariposa, la bella mariposa amarilla que se alimenta de orines y de néctares para tragármela y se me quite el mal sabor de boca que me dejó la culebra.

Coro- El viejo sapo tragón nos llora con sus lamentos.

Carretera- Pero, ¿ no estabas callado, coro?

Coro- El coro nunca calla, nuestro silencio es solo retórico. ¿ Qué sería del mundo sin nuestros cuchicheos? Quedaría el mundo sin explicación y nada tendría sentido. Únete a nosotros y lo entenderás todo, ¡ canta! cuando el mundo se conoce las cosas vuelven a ser nuevas.

Viejo Olmo- Callaos todos, tengo un dolor insoportable de cabeza.

Carretera- Cuánto tiempo hace que no haces el amor...viejo Olmo ¿siglos? Eso es lo que te pasa. Solo a un viejo chocho le gusta la nieve. Esa estúpida y silenciosa nieve que nos pone a todos iguales de monótonos y fríos. Quizás te ponga cachondo a ti y entiendas que calentarás tus carnes abrigándote con ella o que quedarás limpio del todo de ácaros y escarabajos. Llevas siglos diciéndote lo mismo, solamente la Primavera te deja meditativo y profundo, al revés que a todo el mundo, mi chiquitín, el de hojitas verdes perennes, manzanas para mi boca seca y mi gris piel. En la oscura noche bajaré a tu lecho y te daré, con mi experiencia, los sueños más gratificantes del mundo...

Viejo Olmo- Un día tendrás tu merecido.

Hombre- La paz sea con vosotros, veníos hombres al mundo callado de la Naturaleza, pródigo en venturas, prolífero en bienes, protervo solo para la muerte. El que no se consuela es que no quiere. La solución es la Natura, la paz también. Mirad las estrellas, miles, millones, gentes del orbe: qué sería de ellas si entre ellas hubiera guerras, desplazamientos, quebrantamientos, choques, disoluciones, aniquilaciones... Miradlas: son pacíficas y silenciosas. ¡ Reina la Paz! ¿ Cómo no tenemos los hombres la Guía Primordial en la Naturaleza con sus estrellas, que vemos y están ahí diciéndonos sea para vosotros nuestra Paz eterna?

Un viejo sapo- Este hombre si nace más tonto es como mi primo, que se casó con la lombriz y no se la pudo comer. ¿ Sabe en realidad cómo es el mundo de las estrellas? Menos mal que yo no leo, ni a él ni a hombre alguno. Con su ruido espantará a la bella mariposa amarilla, la fluorescente que titila alrededor de las flores y los orines con su lengua espiral, la más sofisticada lengua del mundo, prodigio de los algoritmos de las matemáticas aplicadas. Engullirla es cultura, hombre necio, y no lo es leer tus majaderías, tan bárbaro como Octavio el que fue amo de Virgilio, so inculto.

Cinco peces- Nos fuimos a lo profundo pero volvemos alegres. Ha llovido. Huele a lluvia. Huele a tierra mojada, saldrá la lombriz y caerá en el río, también los caracoles y desde los helechos todos los bichos que renacen con el agua: nos alimentaremos con los infelices que es como comer tontos, más tontos que nosotros y nos volveremos sabios. Hartos de comer la gloria del mundo, que son los insectos, no caeremos en las estúpidas trampas de los hombres, los seres más crudos del Universo que se creen como dioses cuando apenas son animales, ni los más listos, ni los más fuertes. No saben aventar desgracias, ni sus oídos oyen los terremotos antes de temblar ellos, como muchachas miedosas, asisten impávidos a los grandes cambios y se asustan con los pequeños detalles. Los peces no queremos ser hombres, somos eternos, tenemos una Constelación. En la vida, desde los tiempos de los anfibios y mucho antes, no ha habido unos seres más soberbios y desvalidos que los hombres. Los peces salimos del meandro para comernos el mundo, que es a lo que estamos, no para creernos dioses.

Viejo Olmo- Ay, qué dolor.

Meandro- A mí se me pasa chupando las ramas y cortezas de sauce que acumulo en sus ramas oscuras, por lo del ácido salicílico, también con las del eucalipto pero tus amigos los hombres lo han hecho desaparecer de nuestras aguas. Son cosas que debes saber, toda la Naturaleza vivimos la farmacopea mundial, es en lo único en que todos somos igual de inteligentes. ¿ De dónde sale si no las artimañas que nuestros organismos inventan para sobrevivir en este mundo caótico? Piensa si no, para calmar tu dolor, en algo estimulante, ¿ no tenéis Olmas los Olmos?

Coro- Un viejo sapo se ha perdido, nadie sabe cómo ha sido.

Un viejo sapo- Qué gracioso el coro, se pone a cantar justo cuando llega la bella mariposa amarilla, la que bebe en las flores y chupa en los orines. Abracadabra, abracadabrón, a ver si con magia me vuelvo grande y me como al Coro.

La vieja culebra- Desdentada, pues se ha llevado en su cuerpo mis dientes, para hacerse como en la canción un rosario, el rosario de su madre, devuélveme mis dientes de marfil y no te hagas el rosario; tengo la boca que apenas la puedo abrir pues tu líquido lechoso, pegajoso, que sale de tu venenosa piel como cola de carpintero, cierra mis fauces y me impide no solo comer sino beber, tampoco dar la punta de mi cola a los niños, a manera de chupete, mientras soy yo la que chupa los negros pezones de las madres primerizas, ni escupir y maldecir a los niños para que enfermen, funciones todas de la víbora que tenemos también las culebras de los ríos. Me toca esperar en mi madriguera, que ahora la ocupan también los peces, y ya no me tienen miedo, pues si algo hay cierto en este mundo es que todos los seres, los que se mueven y los quietos, salvo el Hombre quizás, sabemos todo de todos hasta de los imprevistos terremotos antes de que hagan temblar la tierra y los huracanes aterradores que levantan los mares y asolan al vecindario. Lo sabemos todo, menos una cosa que no sabremos nunca, algo sutil y poderoso, con la sombra del revés sobre nuestros pasos, que puede jugar con nosotros y abandonarnos cuando quiera, dejándonos al albur de nuestros enemigos. Casi todos acabaremos devorados, por nuestros enemigos o por el viejo tiempo que nos enfermará hasta la muerte.

La lata de Pepsicola- Yo soy la más bella, yo soy la mejor, tirada en el suelo, sobre el limo seco que recubre las piedras de pátina amarilla, entre lodos cristalinos y las madejas salidas del verdín, alimento de los glotones peces, en el hedor del fango, olor gris oscuro a fango húmedo y pútrido, y ahora, seco, brilla como cristal, cara al Sol... Yo, arrugada y doblada, azul y roja, soy la hija del Arte que imita y supera a las simplonas Coca Colas, las rojas de Warhol, que a su vez acabarán imitándome por mi sabor, no presumo pero una sola gota del café mío ahorraría gastar por miles todas las Coca Colas rojas de Warhol. Soy la reina del río y de cuanto se eche de menos en sus pálidas orillas, que, como por una maldición, se hacen cada día más grandes, separadas entre sí sus arenas con rigor matemático por el indeleble tiempo...

Narrador- Los cuernos del manillar de una bicicleta oxidada,- la eterna bicicleta abandonada en todos los ríos y arroyos del mundo- asoman, vueltos al cielo, sobre los lomos quietos de las aguas oscuras, escuchan a la lata, atónitos, tal como quedó Melanie Hamilton en Lo que el Viento se Llevó, no dicen palabra. El río a su vez se llena de hormigas voladoras, en la singular batalla nupcial de los machos y las reinas, de la que quedará solo una, la reina con apoplejía del futuro.  Es la hora de la comida para todos los animales del paraje, festín nupcial de las hormigas al que todos están invitados entre el Otoño y el Invierno, los animales del bosque y del llano saben el día exacto. Muchas hormigas voladoras acabarán valientes sobre las aguas del río, para deleite de peces y ninfas de libélulas, pero otras caerán en tierra buena y buscarán un agujerito donde, ya sin alas, conformar el hormiguero del mañana. Danzan multitudinarias y bellas, al compás de la música interna que debe ser sublime y no realizada, por tratarse de la primera parada nupcial creada por la Naturaleza, con casi doscientos millones de años de vida; vuelan sus cuerpos brillantes, nuevos, con alas transparentes de proporción áurea,  como vidrieras sin colores, en busca de la nueva reina, para amarla con su sexo. A su vez, ajenas al mundo nuevo preconizado, un ejército de hormigas viejas, terrenales, recorren, nerviosas, en fila brillante, las hojas secas de la orilla del río. No hay peligro de ahogarse para ellas, como por una bendición, todas éstas trabajan con desparpajo sin hacer caso de su sexo.

La nube- Estoy aquí otra vez. No esperéis la lluvia y menos la nieve deseada. Vengo para recogeros la poca agua que os dí.

Meandro- Lo que se da no se quita.

Carretera- Eso.

Hombre- (Al atardecer de rojos flamígeros )

Vos o clarissima mundi Lumina,

labentem caelo quae ducitis annum,

Liber et alma Ceres, vestro si munere tellus

Chaoniam pingui glandem mutavit arista,

Poculaque inventis Acheoia miscuit uvis

 

Coro- Amén, amén.

Un viejo sapo- El hombre dice cosas ininteligibles para el propio hombre. Usa el viejo latín que si un día estuvo entre pucheros y bares hoy, cuando nadie sabe latín, es conjuro de brujos y escarpelos. El viejo truco mágico de la ignorancia. Los hombres son un pecado de la Naturaleza, pues ni son animales ni son dioses.

Coro- El viejo sapo tragón nos llora con sus lamentos.

Viejo Olmo- Si hiciéramos todos un conjuro de verdad, hablando en cristiano, podría nevar y acabaríamos con este calor insoportable del Invierno

Carretera- Hablas como un sapo. ¿ Más conjuros que las estrofas de los hombres, dichas por un tal Virgilio por mandato del divino Octavio? No necesitamos conjuros sino voluntad firme. La nube acabará abriendo sus patas y meándose toda ella, en ruidosa parada militar, por más que se atreva a ironizar negándonos ahora su agua. Es el destino. Todas las cosas cumplimos nuestro fin, queramos o no. Yo por mi parte me he tragado la poca agua que me dio y no se la devolveré, ni tu tampoco, viejo, se te han puesto unos ojillos verdes del todo brillantes, más que cuando te atiborras del rojo mosto de los poetas y, ahora, ebrio, pero solo de agua, dices sandeces sin sentido. ¡ Nieves bajad de la nube a refrescar a este viejo verde que os necesita para calmar sus calores!

*

Voz- << Tamo, ¿ estás ahí? Cuando llegues a Pañodes encárgate de anunciar que ha muerto el gran dios Pan >>

Narrador- Desde el cielo se oye una voz, suena distinta a cada oído que la escucha, profunda, atronadora también, llama a un nombre de varón. A las espaldas del paisaje, cada vez más cerca, viene como otro gran ruido, ensordecedor, de aguas crecidas, aparentemente atolondradas, que avanza imperturbable, arrollador, desalojándolo todo, separándolo entre sí con rigor matemático. Las cosas quedan sepultas en las oscuras aguas, como el río, que mucho más ancho, pareciera al final un lago negro, espejo pavoroso. Solo la lata de Pepsi Cola navega solitaria, flotando ligeramente volcada, roja y azul, para ir despacio a su destino. La carretera está intransitable. La nube llueve un agua menuda sobre las aguas, rompiendo su espejo, en nada parecida a una nevada, aunque también es fría. El silencio vital, desde recién nacido, lo vacía todo.

 

 

FIN

 

 

 

José María Torres Morenilla

 

 

 Madrid, abril 11, 2023

 

 

 

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©JOSÉ MARÍA TORRES MORENILLA