LA FÁBRICA

 

 

 

 

      

 

Autor: José María Torres Morenilla                      

 

Madrid, 16 de Septiembre de 2002

 Madrid, 30 de marzo de 2023

 

 

 

 

         

 

         

                        

El valle

 

Ay valle de la muerte,

 

La palabra sin dientes,

el golpe de las ranas,

como tripas trenzadas

entre sus aguas frías.

 

Largo se hace el día

para su andar desierto,

más larga se hace la noche

para su dormir sin sueño.

 

Sin amigos, sin bares,

sin conversación alguna,

mientras la rosa ajada

recuerda su blanca tersura.

 

Todas mis poesías

están deshechas

su color se ha borrado,

su sabor ya no cuenta.

 

 

 

 La fábrica

 

 

Un corto camino baja

y desaparece,

un muro gris de la piedra

nunca se mueve.

 

Como una mano la tarde

se descompone

vuela sin viento apenas

como las aves.

 

Entre ruinas,

una casa arruinada,

quemada y seca

por la ventana

 

¿qué hace entonces

si no está fría?

¿ si duerme por los andamiajes

y me vigila?

 

un paisaje de piedras

solo son piedras

más duras que las palabras,

piedras con piedras.

 

Al otro lado del mundo

amoratada

la fábrica donde abundo

fue abandonada.

 

 

 

                Como un niño

 

 

                 Felicidad,

si mi sal no te hiere

y tus llagas

no te gritan,

en la desgracia,

yo me bajo mucho más,

abajo del todo.

               

 

 

                 La venganza

 

 

Tumban, retumban los vientos 

trepidan como metales

truenan centellas moradas 

en lejanía con los aires.

 

Corazón de la tierra

que al cielo contagiaste

tu furor pordiosero

de estar por seguir siendo;

 

destructora es la muerte

si se desata viva,

con toda la negra capa

de los pecados ajenos.

.

Pobre es el valle,

pobres sus gentes para entender

sólo son círculos, átomos sólo,

derramados como polvo.

 

Oh soledad del verbo

de un protervo rencor

yendo y viniendo

más allá de lo vengado.

 

 

 

    Poética

 

 

 

Yo canto a la cigarra

su raída nota

que zumba al mediodía

su rencor de ala rota.

 

La felicidad siempre pasa

como un sopor que me ha nublado

el pecho, me llena de caricias

y es mi muerte.

 

 

 

                  Primos y pares

 

               

                Algunos, los más buenos,

                parecen siempre errar,

a todos nos hacen tropezar

en contra de ellos:

 

- Quitaos de aquí,

mansa corriente,

abajo vuestra frente,

poneos un escapulario enfrente,

 

vestíos mis vestiduras,

todo es premura,

y es diferente,

para cantar la alondra,

 

mejor que el bizco oscuro

del ojo del poniente

démosle cabalgadura

y trote hasta la muerte.

  

 

 

                El pastor de las casadas

 

        

Las ovejitas chirrían sus dientes a favor de la yerba,

pudiera parecer que mascullan cómplices,

que su buen pastor acerca su rebaño

a la orilla de las casas placenteras.

 

 

 

                 Nadie con nadie 

 

 

La hermosa cama gris

se acuesta sola,

bajo la misma luz de la consola;

 

redonda tierra,

qué costado más duro,

para inclinar mi pecho,

 

amanece como siempre,

un manojo de gusanos,

entre su pecho ardiente.

 

Ya no es azul la que era azul

el sol sacaba, por las rendijas

de su ventana,

 

no puede seguir tan rubia,

trenzas del río,

aguas doradas que brillan

 

y me ha querido,

ni subir como la luz

la que era luz...

 

No puede guardar mi sombra

un recuerdo lejano,

cada cual por su sitio

 

y nunca nos encontramos,

los dos somos los dos

si estamos juntos,

 

pero si yo estoy cansado

solo somos dos difuntos,

vente tú y que venga yo.

 

No sé si valió la pena

estar tan enamorado,

aunque mirara tus ojos,

 

creo que estoy equivocado

que miro lo que yo quiero

y tú nunca me has mirado,

 

no sé si valió la pena

querer a quien no te quiere,

es como seguir las huellas,

 

en un camino rebelde

que nunca ha pisado nadie

y solo nadie lo tiene.

 

 

 

                            

                  Antes de antes

 

 

Todo lo puedo cambiar

como una veleta rota

que gira y gira sin parar

y por la noche está sola,

 

cambio lo verde del tallo

por una cintura enjuta,

por una mirada saco

que con tus pechos se junta.

 

 

 

 Los vuelos

 

 

Si vuelan las palabras y como las aves vuelan

y se agrupan y chirrían y como gritos suenan,

es que un poema se ha cruzado  en el cielo,

y pueden despertarnos y hacernos volar con ellos;

porque es volar seguramente amar con versos,

llevar este dolor y el grito con su miedo

a la vida, ajena en lo que parece a lo poético.

 

Un circulo sagrado compone cada cielo

y se cierra y se acaba en la mirada sola.

Qué cerca y bondadosa recuerdo tu mirada

para este ramo  encendido de las pequeñas flores,

te lleguen sus olores y se queden en tu espejo.

 

Mira, desde lo más fácil del alma escribo este poema

cuando una música tan tuya lo acoge con ternura,

y lo lanza en tus notas y lo inunda de tus vuelos,

con ecos de tus gritos, con ayes de tus miedos,

como un vuelo inaudito de madrugadoras aves

en un cerrado cielo.

 

 

 

 

  Los ríos

 

  

Qué tiempo de oro huido

por vientres de sus peces

de anacarados brillos

y devoradas mieles,

 

qué dulce la canción de abajo

del corredor cerrado

donde nos vimos.

Nos vimos. ¡ Mira, que si no nos vimos!

 

Sobre las piedras denudas

resbalabas por mi cuerpo

sobre mis piedras calientes,

con una mirada tenue.

 

 

 

 La palabra

 

 

Palabra, ¿cuándo condensarás del todo

y serás sólo materia manejable, la masa

que el panadero trabaja, recorta y le da forma?

 

¿Cuándo volarás como el perfume del horno

y llegarás caliente, adelantada, al corazón de los hombres?

¿Cuándo llenarán tus voces rubias los trigales

 

y te esponjarás como nubes deshechas

y te harás del todo migas?, de amistad,

¿ cuándo ensancharás el cielo hasta perderlo blanco

 

y cubrirás sus ríos del dorado sol con tu sangre caliente?,

¿cuándo subirás trepadora y transparente en otras lluvias

al jardín cerrado de la felicidad inconsciente?

 

 

 

 

 

 

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©Torres Morenilla