LOS POEMAS DE LA ALHAMBRA

( La Alhambra, pintura de Torres Morenilla)
de
José María Torres Morenilla
LOS POEMAS DE LA ALHAMBRA
Alhambra de Granada
Oh, flor de los mil colores,
átomo de los mil amores,
Oh, ruindad llena de
gracia,
almena de la fragancia.
.
Reina del poderío,
fuente del amor mío,
paloma sin palomar,
Alhambra del bien amar.
.
Oh, reina más coronada,
carne de tierra
encarnada,
en bosques oscuros
encerrada,
soltada al cielo,
soltada.
Subida a la Alhambra
Cómo llegar a ti,
hermosa mía, tan alta,
tan soberana de ti, de
ti tan llena,
como quedar en ti, tan
perfumada,
tan antigua y tan noble,
tan llena de Granada.
*
Me suenan a música los cantos de tus aves,
el ruido de los vientos
que no mueven tus árboles;
en el frondoso bosque,
el sol se multiplica,
y yo me hago más grande,
embobado en belleza.
*
Cómo llegar a ti,
hermosa mía, ocultada,
tan profunda en la
altura, tan grande y arrobada,
tan antigua y tan noble,
tan llena de Granada.
*
Nunca estuve más cerca
del cielo, enamorado,
el tiempo entre tus
torres apenas se detiene;
la ciudad te acompaña,
parada en el abismo,
la palabra calla, tu
belleza resplandece.
La ciudadela del
monte
Alhambra, vergel de
sombras, en el agua encantada,
con los oscuros olores
de la tierra mojada
y los claros cristales
de su alma intransitada,
paraíso escondido, en
muchos siglos olvidada,
nacida desde lo mismo y
que parece inventada,
cada día es más nueva,
cada día es encontrada,
apostada frente al
viento, defendida, amurallada,
con las grietas de los
tiempos de la belleza parada,
que habla de las
victorias y que fue la derrotada,
ora estrella, ora surco,
ora arquitectura hilada,
fuente del espejo
limpio, quieta luz, inmaculada,
serrana que señorea
sobre la vega azulada,
con un alfanje
invisible, en su mano levantada,
defensora de un tesoro
vinculado a su Granada.
Sueños de la Alhambra
El
hermoso zafiro de tus ojos,
las
palmeras de tus torres y de tu piel,
el aire
que has llenado de fragancias,
las
ruideras de las aguas a tus pies.
Eres arroyo de sombras y de musgos,
eres el
sueño enredado en el edén,
eres la
ciudad más hermosa de este mundo,
eres el
barro perfumado del ayer.
La fuente
Un poema es tu
vaso de cristal,
una lluvia de tu
agua enamorada,
sonrisas de la
luna acristalada,
una de tus
miradas más calladas.
El Generalife
Alameda florida,
parque sin dueño,
flores que al
paraíso salen huyendo,
y un viento
frío que de la Alhambra vino
a mi delirio.
Una postal de la
Alhambra
La Alhambra, en ti
montada la luz sube en la tierra,
con el aire de la nieve
y tu serena grandeza;
como en volandas te
llevan unos jardines de ensueño,
torreones son de oro, y
del viento son espejo;
ay sierra, sobre
Granada, bruñida en cincel de plata,
senos de color de estaño
y luna de nácar pintada;
tan altos como las
torres los cipreses te vigilan,
el agua se enreda y
piensa y los rosales te miran;
colmena de tu colmenar,
los techos de tus enjambres,
dorados como las mieles,
tallados en cristal del aire;
como una copla alargada
te echas sobre Granada,
ensangrentada de versos,
con tus sombras perfumada.
Las
palabras
Cedo mi
corazón, aquella parte oculta
que nunca ha
sido mía ni busca mis disculpas,
cedo el amor
glorioso, mis días pensativos,
los pasos
transparentes por la Granada eterna;
abundo en mi
tristeza, que es nada mía,
en dos ríos
profundos de aguas marginadas,
debajo de mis
palabras, en ella fue mi vida,
el descanso
inhábil encuentra la belleza,.
paso por un
mundo, tan sólo voy de paso,
por una ciudad
oculta, vestida de silencio,
en bosques
amurallada.
Las colinas del orbe
Sobre las altas
colinas reposa la creación,
sobre la alta
mirada sube la estancia,
mucho más
alta,
vuela la
imaginación sobre la recreación,
queda el alma
serena, llena de amor,
mucho más
alta
descansa la vida
plena y luminosa ensueña
al gran universo
que el universo ensancha...
mucho más
alta,
a tu belleza, su
gran belleza gana,
sobre las altas
colinas, otra es más alta.
Los bosques de la Alhambra
En donde cantan las aves y guiñan verdes espejos,
suben los viejos gigantes, guardianes de los silencios,
desnudos entre malezas, vestidos solo del tiempo,
se amurallan de la luz, con esmeraldas en los pechos,
bosques de manjares rotos, cálices del entresueño,
duermen aires de grandeza y delirios de un destierro.
El agua de la
Alhambra
¡ Qué bien se oye y bien
suena el agua de la Alhambra,
que nace entre azucenas
y canta pronto una zambra!
Cuando cae mira al
cielo,
cuando pasa, apenas
pasa,
bajada por los senderos,
de barandillas y
cauchiles,
pasamanos de labranzas,
cantos de su agua
hermosa,
tan perfumada y
descalza,
tan profunda y
juguetona,
olvidada y encontrada,
al sol su rostro en las
fuentes,
en blancos aljibes
ocultada,
enmarañada en los
bosques,
serenada en las
estancias,
enfilada en los
palacios,
por los montes
encabritada,
como el sueño de sus
ríos,
que, olvidados de ser
ríos,
entre sus bosques
quedaran.
Las voces de la Alhambra
He contado a todas,
muchas, y entre ellas tú
no estás,
oh silencio de cristal,
alas del viento, miradas
del pleamar,
la soledad se acompaña
solo de la soledad,
¿ quién cerrará sus
ventanas? ¿ quién sus
ojos cerrará?,
entre los bosques,
profunda, tu voz nunca
sonará;
suben sobre las cuestas,
perfumadas de arrayán,
los olvidos que se han
muerto, heridos por el
leviatán,
con tarascadas de
vientos y sombras de la
vanidad;
he contado a todas,
muchas, y entre ellas tú
no estás,
la grandeza de la
Alhambra es también tu
soledad,
oh silencio tan capital
que llega desde la
ciudad,
los olvidos y los
desprecios en tu alma de
cristal,
la soledad que es tan
tuya, en tu Alhambra
quedará,
entre los bosques,
profunda, tu voz nunca
sonará,
¿ quién cerrará sus
ventanas? ¿quién sus
ojos cerrará?.
El patio
Una fuente
me suena y es poesía,
reguerillo
de un amor que está sonando,
chapoteo de
palabras y de sueños
enredados en
las lunas del mosaico.
Canta su agua ligera, entre los mirtos,
entre las
verdes sombras sube su canto,
claridad del
sol y de las aguas,
chorrillos
de un amor que está cantando.
Le perfuman los cipreses y los arrayanes,
le dan carne
los barros de los patios,
y los arcos
prendidos de la arcilla
le sostienen
primorosos alabastros.
Patio tan andaluz, cortado al cielo,
suspiro de
un amor que han desterrado,
por la
amplia geometría de la belleza
su mirada de
tristeza se ha quedado.
La música de la Alhambra
Suena sobre la Alhambra la música de
aquellos días,
cuando los blancos corceles balanceaban sus
bridas,
en filas muy apretadas, y miradas hacia el
oriente,
unidos todos los cuerpos, amuralladas las
frentes,
un clamor enardecido de la fragante
armonía,
ceremoniosos, temibles, como la augusta poesía,
amenazaban cual viento entre la multitud gozosa
hieráticos de poesía que canta la buena prosa,
tan solemne procesión llevaba a todos serenos,
hacia un país de delirios, volando sobre los
vuelos,
ay música recitada cantada por sus senderos
como nieve encandilada brillando con sus
luceros,
el agua grácil saltaba en chorros puros al
cielo
y el Sol, que no se ocultaba, iluminaba sus
rezos.
Canto a Granada
Granada, perla, señera,
en el brocal,
bordada,
eres primera,
la joya de la
corona,
belleza extrema,
sobre los montes
subida,
sobre tu Vega.
Granada, la
encontradiza,
quién te
tuviera
asomándote a
mis ojos,
que me
embelesas,
que me llenas de
tu aire,
que me aprietas
con tu cordura y
tus sombras,
con tus pechos y
tu silueta,
Granada, la
hermosa perla,
en mi corazón
bordada
con vida eterna.
Santa María de la Alhambra
Ave María,
toda llena de blanco y de poesía,
torreón bajo las tejas de la alegría,
campanario de las estrellas, luz del día,
novicia recién togada en teología,
estandarte del guerrero de más valía,
madre de los recovecos y de las lejanías,
diosa que nunca pesa, voz de aljamía.
Recuerdos de Granada y sus músicos
En horas blancas, por laderas que suben,
vuelan amorosos en el jardín sus rostros,
la débil lluvia como cálida escarcha
dibuja en el paisaje sus recuerdos rotos;
la belleza, que es nube más antigua del cielo,
en halo de poesía viste de oro las cumbres,
acerca los arbolillos cargados de esbeltez
y deshace sus nombres haciéndoles de nubes;
entre las verjas rotas de los cercanos cármenes,
los rostros embellecidos resuenan como música,
las lágrimas calladas no paran de caer
y traban jeroglíficos sobre veladas musas;
lloran sobre el gozo del circunspecto ciprés,
sobre los montes morenos al resguardo de la luz,
están entre nosotros, con sus perdidas presencias ,
bambolean en los cielos, desteñidos de azur.
El silencio
El silencio es la brisa que se escucha en Otoño,
que nos deja un reflejo de una mar interior,
las ideas, los recuerdos, los calores y los miedos,
el llegar a la nada de la oscura estación.
El silencio está denso, lleva siempre un lamento
de la tierra lejana que dijimos adiós,
tiene tacto de música, de melodía añorada,
de paisajes vividos con el mayor amor.
No desdeña ni olvida, ni del todo calló:
dejó que tu ribera se llenara de cosas,
que te complementaras en el mundo exterior.
Pero estuvo al acecho de volver cuanto antes,
de reemprender el camino de los versos utópicos,
la utopía nunca calla, es la inspiración.
El Rey que regresa
Suenan las chirimías, con ampulosos ropajes,
la Alhambra espera a su Rey que viene para quedarse;
amplias plazas, mesas puestas, tapices grandes de
paños
y en la torre de la Vela,
la seda de su estandarte;
el aire flamea los rostros llenados de la alegría,
el sol ocupa su trono
y borra la melancolía.
Un ejército de alcázares
hace la guardia de honor,
tan tiesos como sus alfanjes,
oscuros como el pavor;
el agua se excita y salta
en chorros de puro ardor
y cae rompiendo ruidosa
las gotas de su clamor.
Cañón de gloria,
por las anchas avenidas,
sube que sube la historia
ceñida sobre el honor.
A fin de cuentas
lo que con sueños se hizo
no lo deshacen los tiempos
y vuelve sin previo aviso
a ganar a su Señor.
Que la Alhambra lo esperaba,
engalanada de orgullo,
como una reina sentada,
alta y digna, colofón
del reino de su Granada.
Los Palacios
Sale cantando mi amor, entre las ramas
del viento,
sale soñando mi amor, casi sin mi pensamiento,
como una flor, llenada de mil colores;
sale mi aliento, a plena luz, mis amores,
pisando el barro del tiempo, volando mi sentimiento,
por verte, estarme y hablarte, con cantos de ruiseñores
salen mis versos más hondos, para mí que los mejores
porque son del mismo amor que por tu amor mismo siento.
El cabritillo
Topa y topa el cabritillo
por los montes de Granada,
entre riscos y mastranzos,
la luna, que no lo mira,
sabe mirarlo,
corretea por la vega,
sus cuernecillos anunciando,
contra el aire de la nieve
de blancor inmaculado,
alegre como un chiquillo,
vivaz, como un regalo,
achucha con su boquita,
salta y brinca y va topando,
la inocencia se viste
de cabritillo tan blanco,
por los montes de Granada,
por granadino y por guapo.
El
agua imparable
Sobre las siembras
sonoras de la fuente
asolada en las sombras
de la luna llena
el agua en chorro caía melosamente,
como imitando el aceite;
diosa fortuna que no para de dar
¡ con su alma misteriosa y cautiva de cristal!
había en la fuente, como
si parado
el tiempo,
otro tiempo más cercano, no terminado,
que nunca muere y nos mirara,
que no sonara y nos hablara, otro silencio,
de la fuente callada que no para de
dar
y que, estancada, quedó redonda,
agotado su fluir,
mientras del cielo caían
los cabellos del verdín,
sobre la flor resistían las notas del ruiseñor
y en el siseo del verano
el rojo chicharreo del Sol;
a contraluz, en una ventana
abierta, con arcos
de media punta, entre penumbras,
sonora y dulce
la luna negra escondida
en el marfil también
miraba...
La Granada de siempre
No sé cuántas monedas me dio el mundo
para cambiar verte desde tus torres,
para llegar a la línea blanca de tu Sierra,
para mirarte, fría y oriental, en tus palmeras
y para desearte tan solo tierra:
Ay hermosura, que en mi alma dueles como todo lo que quiero,
que aún sigues en mí en el marco cuadrado de una foto,
con tu cielo bebido en la pureza azul de tu cristal tan denso
y las nubecillas que escapan como furtivas miradas de tus
hijas jóvenes.
No sé cuánto me cuesta estar tan lejos de ti,
cuando me digo: mañana mismo vuelvo para quedarme siempre,
si antes no te has muerto o muero yo de no tenerte,
porque es imposible que la hermosura viva más que una vida
y eres la más hermosa siendo pequeña,
y dentro de ti eres inmensa, como tus bosques altos,
los bosques de la Alhambra que Dios Todopoderoso conserva
intactos en mí.
No sé cuánto te di y qué me diste al nacer de ti,
pero si algo hay en mi vida que merezca la pena
es saberte tuyo desde el primer día,
desde el instante que el sol me llenó la cara con el esplendor
de Granada.
Romancillo del
corzo
Por la Vega de Granada
pugnaba un corzo a una corza,
en senderos de esmeraldas
rompieron su corazón,
un corazón encendido
de rubís y de sus lágrimas,
con flores blancas de escarchas
y de nieve su fragancia;
el Genil, cauce de un río
que nunca se va de allí,
con paciencia los miraba,
también recapacitaba,
con suspiros de Boabdil,
para el amor, se decía,
no hay mejor cosa en el mundo
que quedarse en Granada,
para mirarla despacio,
y amarla con frenesí.
Zalamería
Mi poema es piropo que te suelto a la cara,
que te digo valiente si solo lo escucho yo,
que no diría por vergüenza y estar tan enamorado,
óyelo cuando quieras, y ponle tu propia voz.
El Cristo de
Granada
En la noche, con guirnaldas de la
luz,
en la sombra adornada de farolas,
se pasea la imagen de Jesús
por un monte granado de amapolas.
Se oye el eco de dos ríos siempre
avisos,
subsumidos, bajo tierra, en son
constante,
el murmullo de la gente y más
callantes
las hogueras que crepitan
con delirio.
Se pasea la mirada de Jesús,
el perfil de su alma arrebatada,
la silueta de su imagen
traspasada,
sobre el monte que ha cargado con
su Cruz.
Que la mira
Cristo y Granada
crece,
ya no es sólo la belleza lo que
canta
que es el Amor profundo el que
levanta
la verdadera paz que la estremece.
El silencio rodado de Jesús
ha dejado en Granada un suave
viento,
perfumado de retamas de su
aliento,
y en las sombras de la noche solo
una Cruz.
Dale limosna, Granada
Una canción regalada
de una guitarra rasgada,
el corredor de tu agua
en arcos solemnizada,
algún limón
para llorar al beberte
y el frescor
que de la Alhambra viene dominador,
la luna también te pido
para mis noches morenas,
algo de la alquimia
mágica
que embadurna a las
parejas,
y el corazón
de rubís de tu Granada.
No te pido nada más,
que el mucho pedir
ofende,
algún perdido rincón
en donde yo pueda verte.
Me gustas
Me gusta contemplar la paloma en
la fuente,
el pájaro que huye, los límites
del mal,
me gusta arribar a lugares con
sombras
y ver la luz que inunda la tierra
sin parar;
me gusta estar sentado tan solo en
la ribera
cuando los árboles vuelan, de
pronto, sin volar,
me gusta ser veraz sin palabras
siquiera
porque toda palabra es menos que
verdad;
me gusta oír los ruidos de las
aguas que suenan,
que bajan torrentosas con clámides
de mar;
me gusta estar soñando, a media
vela siempre,
y seguir ese sueño sin querer
despertar;
me gusta estar contigo y ponerme
más cerca,
y que plácidamente ocupes mi
lugar,
me gusta el calor que unes a mi
cuerpo,
que juntemos los rostros
y el beso que me das,
me gusta que ese beso no
sea un cuento hermoso
sino lo más profundo de
tu hervoroso amar.
¡ Me gustas,
cómo me gustas, lo
que me gusta más!
Poema al hombre
Un hombre, al fin, tan rudo de modales,
tan pronto en el requiebro y en la voz,
alzando con sus manos el aire también duro,
miradas de diamante, bajuras de tenor,
mi hombre hombre, teñido por la hombría,
por la palabra justa y por el desamor,
con su pecho cubierto de su osada manía
de hacer temblar las rosas tan llenas de
pudor,
con brazos poderosos y poderosa frente,
voluntad de hierro, de prontos, de pavor,
seguro que mancilla lo femenino al diente
que en blandecidas fuentes manan alrededor,
hombre hombre, desde que fue un niño,
machote por los riscos del mariquita amor,
con pecho de un arcángel y recta su manía,
pureza de los montes, de lo viril clamor.
Cuando duele
amar
Se me suelta
un poema que viene sin palabras,
que no sabe lo
que dice ni qué decir,
que habla por
que habla,
que solo piensa
en ti;
se me suelta
un poema a modo de mis lágrimas,
como el llanto
y la pena no sabe decir,
en el cuerpo
me duele y me duele en el alma,
que solo piensa
en ti;
se me suelta
un poema que es una plegaria
que digo entre
dientes, sin decir,
la rutina del
cuerpo que desgrana palabras,
que solo piensa
en ti;
se me suelta
un poema dotado de la gracia,
que baila con
la música, es un decir,
y olvida que
no olvida,
que solo
piensa en ti.
Llamadme con rocío
Cuando la doblada camisa se hunda en el armario
llamadme con
un nombre repleto de rocío,
como una calle húmeda con su olor de Otoño,
traed canastos llenos de piedras muy mojadas
y
habladme con los musgos y rayos insonoros;
traedme un cuadro roto, plegado de lisuras,
y
los periódicos viejos ¡con sus noticias nuevas!
para que toque el hombro de la ciudad que amé,
podréis
decir su nombre sin que me hagáis llorar.
El verdadero
amor nunca nació en nosotros,
ni
habló nuestro lenguaje, sino el contrario,
no
nos sonrió, ni se gustó mirándonos,
no
fue río, ni mar, ni calor, ni asombro,
el
verdadero amor, como inexistente,
siempre estuvo de nuestro lado.
***
CRÓNICA SELECCIONADA:
DiarioDigital Linares28
“Los poemas de la
Alhambra”, de José María Torres Morenilla
por
Los poemas de la Alhambra, de ediciones Mandala, es una obra de José
María Torres Morenilla, que nació en Granada en 1945. Quince años después se
traslada a Madrid. Desde que acabó la carrera de Derecho, ha dedicado a
Granada todo su tiempo libre; por ello su pasión y nostalgia rezuman en
todos sus poemas. Desde niño paseaba por la Alhambra y no dejaba de
escribir. Pasados los años, Internet le dio la posibilidad de ir difundiendo
su extensa obra, literaria y pictórica. Con los
Poemas de la Alhambra,
editados por primera vez, el autor decide pasar a la comunicación impresa
con sus lectores: poesía que cabe en un bolsillo, pero desborda el corazón.
Los Poemas de la Alhambra serán un clásico en poco tiempo. Bastará
con que su difusión impresa continúe el mismo ritmo con que son citados por
guías turísticos, agencias de viaje, foros de Internet y estudiosos de
Granada y su Alhambra. Este poemario no es localista ni folklórico, sino
profundo y existencial, pues nombra con belleza y sencillez la esencia de la
vida y de su entorno.
Dedicado a la Alhambra de Granada, a la torre bermeja, el Generalife, La
Torre Rosa, Santa María de la Alhambra, la ciudadela del monte, las colinas
del orbe, etcétera, pasa a un segundo capítulo del libro llamado “Los poemas
de Granada” donde recrea al río Darro, sombras de Granada, el Cristo de
Granada, etc., y por último, pasa a un tercer capítulo llamado “Pulsos de mi
tierra” en el que nos habla del Realejo, El Campo del Príncipe, Calles de El
Albaicín, la Abadía, Camino del Sacro Monte, etc.
En palabras de Alfonso Colodrón, que lleva a cabo el prólogo de este
libro, hablar de José María Torres Morenilla implica introducir al poeta de
la Alhambra, como le han llamado en foros de Internet y los turistas que
acuden a Granada.
No hace falta ser granadino ni conocer la Alhambra. Basta con algo de
sensibilidad, sentido común, filosofía profunda, necesidad de belleza o
visión penetrante.
Un clásico lo es por su estilo, sus metáforas, su métrica, aunque solo el
tiempo convierte a los poetas en clásicos. Es también sorprendentemente
moderno. Utiliza voluntariamente lenguaje actual, a veces cacofónico, en
ritmo y rima musical de notas átonas. Cumple siempre, sin defraudar la
máxima de todo poema, de toda poesía: que empiece con belleza y acabe con
sabiduría.
Con esta obra nos centramos en la Alhambra, Granada y la infancia, que el
autor consigue aunar, integrar, unificar, contra toda previsión,
circunstancia, viento y marea.
Hay poetas de la forma y poetas del Fondo. José María Torres Morenilla es
un poeta filosófico, a base de observar, pensar, hacer sinapsis, sufrir y
seguir viviendo con los ojos muy abiertos. Es necesario además, una enorme
sensibilidad, una empatía por el entorno, personas, animales, plantas y
cosas. Hasta ver la enorme belleza e importancia de un simple charco, de una
cebolla, sus capas y su corazón des-capado.
Morenilla añora Granada. Es una añoranza de las entrañas y por ello su
poesía le fluye visceral. Añoranza y pasión no son suficientes, no obstante,
para que la vena poética cristalice en versos que perduren, lleguen al
corazón y al alma. Es necesaria la visión pictórica –Morenilla es un
excelente pintor y sus mejores cuadros se centran en su pasión por Granada y
su Alhambra, ilustrando incluso la portada del libro con su pintura- , la
profundidad de las tripas y el vuelo de la mirada.
Y es aquí donde los lectores pueden estar seguros de no hallarse ante un
poeta folklórico y provinciano, sino ante un místico que se ignora, un alma
grande que solo sale de su jaula a través de este darse generosamente en sus
versos. Versos que tienen resonancias de Fray Luis de León, Góngora,
Quevedo, Rubén Darío, Antonio Machado, García Lorca, Gerardo Diego y Antonio
Gala, pero sin ser copia de ninguno de ellos; pues sin haberlo leído
demasiado, también recuerda a veces al gran poeta estadounidense E.E.
Cummings.
Y de fondo, siempre el amor. No solo por Granada, no solo por la
Alhambra, no solo por el Darro, el Generalife o el Sacromonte. Sino el amor
mismo sin objeto, o el amor de los enamorados que encuentran su cobijo, nido
y escenario en esos paisajes añorados.
El itinerario métrico y rítmico de Los poemas de la Alhambra son
un ejemplo de lectura y escritura para cualquier poeta que quiera escribir
sobre su ciudad o pueblo natal y seguir el ejemplo de José María Torres
Morenilla.
A continuación expongo tres poemas de este libro que me han llamado la
atención por su rima monorrima, el titulado “Los bosques de la Alhambra”
destaca por su rima monorrima asonante en e-o.
Santa María de la Alhambra
Ave María,
toda llena de blanco y de poesía,
torreón bajo las tejas de la alegría,
campanario de las estrellas, luz del día,
novicia recién togada en teología,
estandarte del guerrero de más valía,
madre de los recovecos y de las lejanías,
diosa que nunca pesa, voz de aljamía.
La ciudadela del monte
Alhambra, vergel de sombras, en el agua encantada,
con los oscuros olores de la tierra mojada
y los claros cristales de su alma intransitada,
paraíso escondido, en muchos siglos olvidada,
nacida desde lo mismo y que parece inventada,
cada día es más nueva, cada día es encontrada,
apostada frente al viento, defendida, amurallada,
con las grietas de los tiempos de la belleza parada,
que habla de las victorias y que fue la derrotada,
ora estrella, ora surco, ora arquitectura hilada,
fuente del espejo limpio, quieta luz, inmaculada,
serrana que señorea sobre la vega azulada,
con un alfanje invisible, en su mano levantada,
defensora de un tesoro vinculado a su Granada.
Los bosques de la Alhambra
En donde cantan las aves y guiñan verdes espejos,
suben los viejos gigantes, guardianes de los silencios,
desnudos entre malezas, vestidos solo del tiempo,
se amurallan de la luz, con esmeraldas en los pechos,
bosques de manjares rotos, cálices del entresueño,
duermen aires de grandeza y delirios de un destierro.
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Morenilla, ilustraciones y textos, prohibida la reproducción total, ni la parcial
sin la mención expresa del autor.