LOS POEMAS DE GANDÍA
Ausencia
En
memoria de Rita Barberá.
Ausencia de mujer, ausencia,
el jardín está llenado de tu
ausencia,
el aire como estancado, de oscuro
musgo la piedra,
el cielo completamente arruinado,
todo parece mojado de tu
ausencia;
las flores no son flores
verdaderas,
ni el cielo que siempre fue azul
es azul sobre mi tierra,
una fuerza como grita por
dentro de mi tu ausencia,
son como viejas fotos que me
quedan en la trastienda,
retazos del pleamar de tu
fragante presencia,
besos que me dio la mar con
dulzuras de violetas,
palabras, versos, la rima de mi
profundo poema,
toda la vida me pasa por encima
de tu ausencia,
colgada en los portales, hundida
entre las huertas,
el jardín está llenado de tu
ausencia,
ausencia de ti, mujer, ausencia.
Contra mí también
Se desata el
poeta lujurioso
y acostumbra a
cantarle enamorado,
es poeta de
tumba y de pecado,
cantador de la
noche envidioso,
suena oscuro su
desgarro en que esconde
los mil sueños
que ha roto el destino,
es humano y aún
se cree divino
en soberbio
afán que a vanidad responde,
es poeta de un
día y de un saber,
ligero como la
nube que huye,
canta sonoro en
río que fluye
sin más meta
que ser, solo por ser.
Rincones de mi jardín
Rincones de mi jardín la luna
llena
caracolas de la alegría y de la
pena,
el agua, con su armonía, pone una
alfombra
de su clara simpatía de bella
sombra;
en mi jardín se quedan por todo
el día
los versos que son las hojas de
mi poesía.
Te miro
Te miro como la
música que me mira transparente,
como te miro
tapada y me desnudas al verte,
enamorado, alado,
poético, evanescente...
como te mira la
noche que se desnuda al tenerte,
anclado en las
esmeraldas de tus pechos
incandescentes,
corriendo en ti
con los ríos de mis ojos,
insaciables y valientes.
Árboles, árboles, miles de árboles,
que la palabra aún no ha oscurecido,
en la clara luz, esencial, del sol,
sus verdes hojas de mil colores hechas,
sus vuelos estremecidos, sobre el flujo de los ríos,
en praderas azules el cielo de sus copas henchidas,
posadas sin peso al paso de las brisas,
¡ oh sueño inmortal de los árboles en el universo!
que perfuman el aire y al agua dan sus vestiduras
suntuosas, orillas de la tierra confundida en su vuelo;
árboles, árboles aún posados en las riberas
en el límite alto de la mirada, como centellas
del fuego frío de la creación, recreándose en los árboles,
la sinfonía de los colores verdes, la esencia de la música
suena como una inmensa pradera llena de verdor,
árboles, árboles que suben los cielos de su pureza
en la tierra hundida, apurando la economía del mundo,
las flores y los frutos, sus perfumes y sus sombras,
nervios de la vida, que respiran con sus pechos llenos
de árboles, árboles, miles de árboles, más que de estrellas,
más hermosos y rotundos en el paisaje,
a su costado, yo sueño el más justo de mis sueños,
como hijo suyo caído de sus copas, árboles, árboles...
La llama amorosa
Ya liba de azul el sol dorado derretido
y sobre la mar vuelan las alas de la espuma,
a por la miel van las obreras aguerridas,
en campos del amor bullen premuras.
¿ Dónde estás tú, mi amada, llamada antes
que en la lejana aurora sangrara el sol?
Pues todo ama y es amor, mas yo estoy solo,
la soledad me pesa con su carga repleta
de manzanas mordidas toda una noche entera.
Ya llama Primavera y yo no puedo oírla,
echado como estoy sobre la misma espera.
Colección
Poemas de Gandía (1997)
1
Después
vendrá el silencio, siempre oscuro,
su vuelo lento hacia ninguna parte,
su rodeo incoloro, la infinita espera;
después se correrán los velos transparentes
y de nuevo todo parecerá más bello;
que la muerte desde antiguo es mentirosa
y vestida va de líneas indoloras.
Después será la paz del delincuente
cuando reconduzca las escenas,
se borren con pulcritud las huellas,
y las gentes recompongan de nuevo las mentes
para ese orden aparente, con el que miedo dispone
el sentido actualizado de la historia.
No pudo ser de otro modo si después del hombre
viene el silencio, si después de amar no hay dolor,
que la palabra es el sol
y este fuego es su canto.
No calle pues el ruido que a la tierra trae
el camino de la vida, su cálido riego;
háganse los ruidos que nos alteran
y puéblense los pechos del jolgorio,
de aparente desorden hacia lo unívoco,
hacia el simple hombre creado.
Hablemos constantemente hasta morirnos luego.
2
Yo juego el juego de
las mil verdades
y antes de ello rompo el sinsentido,
descubro el ruido natural de la palabra,
su sitio exacto en consonancia con el arte.
Ser y decir no son lo mismo:
yo canto, si es que canto, cuando barrunto
que algo no va bien en este acto
y salgo hacia los valles reverdecidos
de la lírica musa que dormita en mis venas.
¡Pero basta ya de cantos y de juegos!
Vamos a buscar lo que realmente interesa,
este sorbo amargo de la bebida esencial
nos alimenta con los jugos que atraviesan
las verdes ramas de la creación.
Hagamos también al hombre que nos queda
por hacer, levantemos del hombre un ser distinto
que sin pudor ni reservas
podamos llamarle amigo.
3
Dame la mano oscura y
misteriosa
que nos acoge con reservada fijeza
y nos lleva por los vuelos de la noche
hacia las blancas moradas de las luces indoloras;
dame el aliento fresco y húmedo, profundo,
de los cercanos árboles en la paz de los arroyos,
para pisar las cristalinas aguas,
cuando el céfiro brilla absoluto.
Dame el silencio entre los mundos,
la consonancia diamantina de armonía,
para que antes de la palabra tú existas,
y después quepa la vida.
Antes que el ruido lo esencial
y después la vida.
4
Rota la niebla, descubre
el bello mar,
tú, que asomas el abismo del insondable ser,
abre tus dedos mágicos para que suelten los negros
vuelos
de las aves nocturnas y de las estrellas;
tú, hermano de hombros oscuros y miradas verdes,
mueve tus veloces piernas y con tu aliento sopla
sobre las fulgentes arenas que la bestia dorada respira.
Oh tú, sagrado monte de la luz, despierta,
adentra tu calor del corazón,
descúbrenos la pulpa malva del insondable fondo,
su olor de flor y su transparencia de agua.
Duro sentido el de la profecía, arranca la oscura arena,
con tu prístina mirada de pureza, la realidad única,
la belleza danza en el pecho del hombre
levanta el vuelo de pájaros oscuros y diamantinas
estrellas,
desde el infinito.
Tú, mirada inmensa
de cálidos dedos poderosos,
desviste las aguas espumosas
sus círculos efímeros en portentosas rocas.
Mar, mi
mar, mi sobremar,
tus grandes ondas como los grandes sueños
nunca se apoyarán en la tierra.
***
EXUBERANCIA DE LA
NADA
(Gandía, 2000)
I
Maremágnum
Mar, el gran animal echado:
en el sendero verde, la ancha vega,
oscilando lento,
lentitud de los recuerdos y de tus manos
enredadas a mi cuello,
como rosales que las rosas blancas dejan
y que en sus besos de espuma se deshacen,
fríos y ajenos como tú, mar inmensa.
II Los cerros del Safar
Un rojo olor de la tierra mueve a mi sangre
que dentro de mí se para, falta de aire,
aire que no es el aire.
Como sus montes de plata se bajan negros
y suben, rubios y ardidos, su olor de incienso;
resbala un viento cargado entre mis manos,
y se echa luego con el extraño cansancio
de haber tocado en el tiempo.
III El deseo de amarte
Se columpia en tus caderas
mi tormento,
tan hondo y fuera de mí,
como te siento.
Hay risas acribilladas
entre tus fuentes,
guiños del sol desatas,
y me devuelves.
Es un suplicio
morirme de muerte joven,
por este vicio.
IV Totalidad del no
Mi frente está enterrada en tu frente;
amor, tu nombre me ha borrado el pensamiento.
V La musa
Miraba inmensa entonces su mirada
delantal ponía a la inocencia, pureza
le daba al cielo ensangrentado,
llamaradas le salían, alas de fuego,
y sus ojos, que todo lo habían visto,
barateaba en ascuas unas palabras
que fundía luminosa sobre las aguas.
VI Versos gandianos
Antes de la palabra densa del pensamiento,
que el sentimiento pinte jorobas
a mi doliente pecho,
desolación de tu nombre, la corta sombra
que pone claridad a mis ideas, como entendiendo,
sin saber decirlo nunca, aunque diciéndolo;
quedará parada de una vez esta agua mía,
que sabe más estar callada
que discurriendo.
VII El Jardín
"Ne le touchez pas, aucun de fruit avait plus de goût
pour moi"
"No la toques ya más, que así es la rosa"
Me enseda suavemente tu palabra rosa,
siento el corto picor, desmayado de tu aroma,
toco como si te tocara con los ojos,
sededad
enredada que a tu belleza asoma.
VIII La verdad amarga
Una mentira es muerte que a la inocencia tira.
Una verdad es mar que a la dulzura arroja
sus anchas faldas mojadas de su amargada boca.
Servida en sus senos, escanciadas todas las calamidades,
mar verde y calamitosa,
a todo el que se oponga por delante
empuja con furor a sotavento y popa.
X La ventana abierta de tu
alcoba
Río que no dejas de bajar por las pequeñas piedras
de mi soledad,
que con el aire enviciado llevas los oscuros frutos
de mi verdad;
contra estos senos sangrantes,
subiste mis ojos claros, cegados en la libertad,
y en los jazmines sobados, trepadores en tu ventana
me abriste en las renunciadas nupcias
las hundidas sábanas de la amistad.
XI Vuela el sol
Vuela el sol,
en tu ventana
parado queda,
saltando sobre el alféizar,
su clara luz chapotea,
como guiñadora fuente,
en medio de tus macetas,
y ya no es sol volador,
sino solamente juega.
XII Borgia
Paso mi mano por la horrible fiera
y un fulgor melodioso de la belleza estalla,
negro es el rencor que a mi pecho ahoga,
antiguo y remoto es
como los cerros que agotan mi ciudad agotadora;
también le oigo decir que en sus oscuros ojos se
encienden
los frios fulgores de una memoria vulgar;
pero paso página,
a grandes saltos de la verdad,
y recuerdo a todos sus muertos,
que aún falta por sepultar.
XIII Si un día soñé.
Si un día soñé,
soñé en mi poesía,
toda la noche soñé
como volando en las nubes...
XIV La Gandía celeste
Blanco, desde su sol huido,
en las espaldas,
lleva engachada una novia,
bajo las oscuras alas
de las sombras,
pasea por un parque azul,
motorizado, con humos,
y las encorvadas gaviotas
montadas en ángeles rubios.
XV Los escarabajos
Los escarabajos en los jardines se mueven lentos,
con la lentitud y la destreza de un oficio conocido
y el estudiado ruido que usan para no ser comidos ni
carcomidos.
Cuando se despertó un hombre sabiéndose escarabajo,
perdió el mínimo vital del cuidadoso insecto,
seguramente gritó, aunque no está escrito,
y el oscuro gato familiar crujió sus alas,
mordió en el oscuro vuelo de quien nunca quiso
ni estar muerto ni estar vivo.
XVI Amor
¿Qué palabra, siendo la más hermosa,
está cosida a mi alma como la palabra siempre?
¿Será entonces como la lluvia incontenible de mis
lágrimas,
o sólo será mi muerte?
XVII Los parques del Grao
A todo lo enorme,
su inmensa avenida subió las grandes columnas de la luz,
hasta la oscuridad total que en su ancha frente
posos como de aire oscuro sobre sus aguas amansa;
nada lo altera, ni su mudez primera,
antes del pensamiento,
ni el apartante aire con que dureza
miró su modo antiguo de salivar las piedras
y ponerlas a brillar al sol,
para que al sol salieran sus desiertos.
XVIII La burguesía
Duele la blanda voz de corcho en las paredes,
el rancio rencor de las rosas secas en el aparador,
duele la luz de la apagada lámpara secreta,
y en el acuoso dolor con que se derramó el agua,
la mancha de semen mustio en el uniforme de la criada,
con dos dedos de polvo en su frente,
y yo mismo me duelo de un enconado dolor,
metido como estoy en el cajón de un repostero viejo,
entre cubiertos de plata y nubes de algodón en rama;
hasta las tres horas post mortem de mi reloj,
que sonará dolosamente sus viejas alas de moscardón.
XIX Los cerros de San
Nicolás desde la Alhambra, o la Alhambra desde San
Nicolás
Si un loco te mira, desde tu muralla
un duro dolor te parte la frente en dos,
y huido de aquel cristal que el loco desdeña,
el arco en media punta que a tus sueños guarda
cualquiera de tus pensamientos dejará al descubierto;
el loco ha triunfado:
si eres bella, porque pareces bella;
si eres mansa, porque pareces mansa.
A pleno sol, hundido el sol ante tu hermosura,
un aire como robado de tus flores,
ni dirá tu nombre, puesto que es celoso antes que
amante.
XX Nada
Si das y no das,
y además me das
me es igual,
pero no es igual;
y si a la tarde,
en otra tarde,
otra boca me besa,
le levantaré las faldas
al pasar por mi lado
y pisando del aire
su ligereza
cuando vuelva a mirarte
te miraré como a nueva,
sin recordarme
que te tengo manida y resabida
en mi poesía vieja.
XXI Siempre por delante
Nunca llegó el árbol desnudado
a su desnudez total,
ni su sombra estuvo siempre de tu mano.
Por llegar,
a lo alto de tu cielo
crecieron grises
las palomas de mi pensamiento.
¿Qué me empuja entonces a derribarte, amor,
si te tengo puesta por delante siempre?
XXII De los frutos de
Granada
De los rosados frutos de la más mora vi.
y al rubicón de amor pasé, después de amargo;
hartura de esa mar me fuera poca;
puesto que he sido puesto en ti,
y antes de ti fuí puesto pintiparado,
con el mugriento saco al hombro vengo a llenarlo
de todas tus maldades, puestas al peso,
mercader vengo de amor:
si comí de amor en un espléndido plato
en ese plato por amor he sido devorado.
fine
Gandía y Madrid, 17 de Octubre de 2003
©2003
OTROS
POEMAS
El poema de
Gandía
¡ Ay mar, qué
bien suenas, en mi dolor, tan grande,
tan hondo y
tan pleno en tu mover las aguas,
tan profundo y
tan bello, tan solo y perfumado!
¡Ay noche, qué
bien escondes mi dolor, entre tus sombras,
tan hondo en
el cristal que yo te miro,
tan profunda y
tan bella, tan sola y encumbrada!
¡Ay vida, que
dueles con mi dolor, que nunca acabas,
tan honda es
la historia que me has escrito,
tan cercana e
invisible, que jamás la sabré, pues nada sé! |
Por el barco va una
mar
Por el barco va una mar
sembrada de luz y sueño,
caminos van a un lugar
en que me dices te quiero,
oh noche tan trastornada
pintada verde en luceros,
la luna está desviada,
las nubes como encontradas
y en clara luz los
cristales se atraviesan de recuerdos;
por el barco va una mar
vestida de sentimientos,
se dibujan sus espumas
y se borran en el viento,
se oye el runrún remero
asomándose a sus cuitas,
en forma de caracolas
con toda la mar medita,
sobre peinados de
algas, las madreperlas se irisan;
por el barco va una mar
azuleada y muy lenta,
lleva collares de
lágrimas y olor a vino y a menta,
acerolas de tu boca que
entre mi boca se encuentran,
lirios que tiemblan de
puros, con espasmos de tormentas,
olas que se van y
vienen y espumajos de tinieblas.
Los anillos
La substancia dorada
del sol y de la tierra
que gravita en las
nubes y en el plácido azul,
la que lleva fragancias
de dulzuras y de frutos,
se levanta bien pronto
y nos ciega de luz;
es alegría que nace de
nuestras cosas bellas,
la memoria que oculta
en un velo de tul
la mirada aturdida que
perdió los recuerdos,
todo lo que hizo buena
a nuestra juventud;
es el aire que llena
los espacios más anchos
que parece venir más
allá de inquietud,
que levanta sus
faldas y nos lleva a sus prados,
la unidad de lo bello,
primicia de la virtud.
Autorretrato
(
Con santo y seña, con dolor y
con amor)
Escribo al ser con santo
golosino,
al dorado sol y al néctar de la
vida,
escribo al mar, que nunca fue
destino,
como si el mar me amara o me
fuera en ello la vida.
Y no es así, así no soy y pienso
que así soy,
no soy del mar, del mito o de
los muertos,
soy un hombre sencillo, tal como
voy,
no me llamaron del más allá ni
de los puertos.
Con aire, en nada, con el fulgor
quebrado,
esposo juvenil de sueños rotos,
ninguna herida se ha abierto en
mi costado,
no cazo hombres ni al alma pongo
cotos;
soy un hombre solo y ahora que
lo pienso
solo me encuentro a mí y más
pequeño,
por no ser soy, y fue todo mi
empeño,
el pequeño cantor de un mundo
inmenso. |
|
La canción de la
nostalgia
Violeta el mar donde la
dicha muere,
donde tiemblan y se
estremecen mis sentidos,
donde se ahogan mis
penas y mis olvidos,
donde miro este lugar
solo por verte;
oscuro es el cielo de
mi noche única,
donde estoy traspasado
por el frío,
donde vuela un amor que
no fue mío,
donde busco la estrella
de mi musa;
árido es el viento en
la seca estepa,
tan larga y ancha de
soledad ocupada,
remolinos de la pena
que
me llevan
por parajes que se
alzan en mi alma;
blanca y temible me
mira la montaña,
que la nieve mostró su
corazón helado,
donde fulge el sol que
parece apagado
de tanto como falta el
sol que amaba;
la calle se entromete
con mis pasos,
también camina a mi
lado, junta,
suena como infierno,
ahumada marabunta,
del mundo ajeno, el
compañero extraño;
violeta el mar donde la
dicha muere,
donde muero yo todos
mis días,
donde tú y solo tú
estás en mi poesía,
tan triste el modo con
que el amor me tiene.
Te quiero
Te quiero con el mar
que aún se queda en tu ropa,
con la presencia verde
de tu mundo sutil,
te quiero como la rosa
que aún aflora en tu cuerpo,
con la luz, con los
ojos, más que me quiero a mí,
no hace falta me digas
que tú me estás queriendo,
ni te esfuerces por
verme, ni que me ames así,
yo te quiero y renuncio
a que tú me quieras,
me basta con yo quererte,
yo te quiero porque sí.
El Monte
Oh gran monte subido de lo
que no soy,
de praderas plantado,
de muchas nubes besado,
gran montaña oscura del
tiempo que pasó,
por donde suben mi
añoranza, los lejanos sueños-
un hombre dormilón la
vida la pasa durmiendo-
con sus caminos
quebrados, que adelgazan en sus cumbres
y que se pierden a la
vuelta, que lo rodean desde el suelo;
¡ oh gran monte oscuro
de mentiras repetidas!
de mis palabras
derramadas sin vigor ni fundamento;
una hermosa montaña me
habéis construido
de aquello que pude ser
y que no soy,
que nunca fui, por
elegir el mal camino de lo bueno,
el agrado de la música,
la súbita inspiración de la indolencia,
también la mala suerte,
suponiendo que la suerte alguna vez fue buena;
todo lo que no soy
ahora es un monte, un monte oscuro.
El mar
Aquello que más admiro
es lo que me decepciona,
las dos cosas al tiempo
se mueven a la vez,
tranquilas o empujadas
no dejan de meterme
en unas aguas frías o
me lo parece a mí.
Los desprecios
Desprecian tu mar
rugiente, el tiempo ocioso,
el cielo tan colorido
de rojas sombras,
la tierra, que por ser
de tierra es muy decente,
tus sueños que son
capullos de tiernas rosas;
desprecian los
sentimientos y tu alegría,
la venturosa dicha de
ser gozoso,
desprecian tu humildad
del tiempo adversa,
la generosa fuente de
tus dos ojos;
desprecian la coloría
de estar tan vivo,
de ser la humanidad,
hoy claudicante,
son ellos la verdad
aunque es mentira,
que los desprecios son
ignorarte;
deja que te desprecien
pues siempre fallan,
huelen como los perros
lo más caído;
sube por las laderas
del sol triunfante
que aunque te lo
desprecien les ha vencido.
El árbol
Un árbol para mí no es
una fiesta,
aunque festivo mueva
sus ramas y sus frutos,
un árbol para mí no es
una meta
aunque el árbol
entiendan lo mejor del mundo.
Es sobre todo un ser
callado e inocente,
que tan valiente es que
a nada huye,
el primitivo ser con
alma de querube
que todos llevamos
dentro y que nos quiere.
Vive de la nada que es
vivir de la tierra,
y de la poca agua que
buscan sus raíces,
del agua que llovió a
todos los infelices
que árboles fueron del
bosque que los entierra.
Es nada, y es tan
bello, con el fondo de cielo,
que quisiera pintarlo
solo para moverlo
y que viera el mundo
que solo sabe hacerlo
padre de todos,
bonancible y lelo.
De la mano del río
Yo vine con un río de
la montaña,
con mi río bajé por
precipicios,
con su agua me harté de
tantos vicios
que son más del río que
del que baña.
Llegué al prado, en
mucha flor florido,
al verde lupanar del
sol, ocioso,
osé en amor hasta
acabar vicioso,
en otero vulgar, lindo
y perdido.
Bajé por torrenteras
muy ruidosas,
delincuente me hice en
decibelios,
grité en el fútbol,
callé mis evangelios,
ni amé a enemigos, ni
rechacé a hermosas.
Fiero y espumoso fui
por pedregales,
tan duro amé que acabé
sin juicio,
llené mi fango, tallé
mi precipicio,
hartito de acoger todos
los males.
Y aquí me tienes, ya
mudo y lago quieto,
espejo de los cielos
que pintan en mis aguas,
a punto de morir del
mar en las enaguas,
cansado y viejo, y a la
postrer discreto.
La tristeza
La tristeza es un
puñado de tierra derramada
que a la tierra vuelve
desde un soplo,
una flor que tiene la
color secada,
una mirada al mal, del
alma escoplo.
Cuando el sol muere y
muere su melodía,
en el fulgor inexorable
de la muerte,
vuelve la tristeza con
sus manos de alegría
a morirlas también de
misma suerte.
Y el dolor, que es como
la noche,
tan negro y denso y en
su lugar matando,
invade lo rincones del
reproche,
y deja al cuerpo por su
maldad penando.
A la vera de mi vera
Aquí la mar, el músculo
y la playa,
el corazón cargado de
alegría,
el portal de mi puerta,
llenado por el sol,
frente a la gran
ventana abierta de la huerta;
aquí mi consonante
pura, frente al mundo,
frente a la mala bestia
que me mira de reojo,
mi ser, mis sueños, mi
elemental modo
de vivir diariamente
sin tapujos;
Yo vivo en mi rincón
plantado,
árbol soy del mar y
cordilleras,
soy de un mar que el
tiempo ha secado,
estoy a la vera siempre
de mi vera.
La noche me guarda otro
sol más mío,
más lleno de palabras y
de silencios,
más de verdad mi amigo
y compañero
que me hace nacer de mi
destierro.
Y vuelvo día a día a
ser mi yo,
mi ser más nuevo, por
el que no ha pasado el tiempo,
me reconstruye a
diario, las fiebres quita,
mi apariencia de hombre
vive otro hombre dentro:
sale el primitivo
hombre, desde la noche,
lleno de salud y de
alegría,
me pone el cuerpo para
sembrar de día
mi mar, mi músculo y mi
playa,
con renovadas fuerzas,
mi poesía.
El agua
Dame la claridad del
agua y su sino de cristal,
su llanto que sin pena
pasa y su alma de metal,
dame los alambres que
enredan los versos del más allá,
las palabras, los
recuerdos, su sencillez elemental,
que no huele, que no
piensa, y que sabe a la verdad,
dame el agua
somnolienta que no deja de soñar,
que canta entre veredas
y no la calla ni el mar,
que susurra como amiga
y no se cansa de amar,
que se levanta sin
ruidos y que llueve sin parar,
que todo lo ocupa y
entra y se desborda en la paz,
mansa como una cordera,
violenta como el vendaval,
dame el agua y su
tormenta, es la misma eternidad.
La paisajes de la
lluvia
Yo paso de un Otoño a
otro Otoño, sin pensar,
no me toca a mí llegar
a nada, después de hablar;
oigo canciones; por qué
será que me gusta la música
y nada más pensar en
ti,
que eres canción de
mirlo blanco en los jardines,
un bostezo redondo se
me calla en tus piernas de cristal,
mármol mojado;
pero llueve también en
otro rincón más alto y escondido
donde tengo un amor que
aún no he perdido.
No llego a más, aquí me
paro,
tomo la pluma y
empiezo, como a gritar,
amontonando signos,
muy en silencio todo,
muy cansado.
La Gran Batalla
Oh Dios, qué gran Dios
detrás de la nube,
detrás de mi infancia
detrás de la historia;
qué grande mi mundo do
siento batalla,
batalla del río pasando
las tierras,
batalla del mar
buscando mi patria,
batalla del viento
contra la muralla,
y las de los hombres,
batallas, batallas;
guerrero por dentro,
con alma guerreada,
soy el más pacífico por
fuera del alma;
Oh Dios, qué gran Dios
detrás de la nube,
detrás de mi infancia,
detrás de la historia;
qué grande mi mundo do
siento batalla.
La herida
Si en la herida yo
deposito un beso,
un beso bellísimo que
hacia la mar levante
la blanca figura de una
mujer hermosa,
y el viento mueva sus
levísimas faldas;
si en la herida yo dejo
mis palabras,
que frente a la mar
levanten
los besos que dejaron
las madres heroicas
en las rosas abiertas
de los hijos muertos.
La luna
El caramelo de luna
baña en blanco el
pensamiento,
todo es puro
sentimiento
desde su alta tribuna.
Tan clara y blanca se
ve,
completamente sin
fuego,
que de frío parece el
riego
del nácar de su
quinqué.
Luna amañada y hermosa,
redonda, triste y
serena,
llévate, luna, mi pena,
guárdala, luna amorosa.
La luna
Desde la oscura silueta
de un ciprés,
la luna pone a la noche
de blanco envés;
se pasea algo quieta y
malhumorada,
luna llena de cielo,
del sol cantada;
sobre la tierra pisa
con abalorios,
luna en plata vestida,
blancos jolgorios;
la paz de la luna es
como un pan blanco,
de azucares y
almíbares, sobre su cilanco;
palomita redonda, luna
dorada,
escondida en el cielo,
luna atrapada;
con colores azules del
mapa mundi
hace la luna una capa
de titirimundi;
luna, en la noche,
presa, absentada,
en el mundo torcido de
su mirada;
¡ lléname luna redonda
de blanca escarcha,
cáigame luna tu azúcar
sobre la jarcha!
La luna
La reina de la noche
tan blanca llena
desde el cielo
encendido su luz virginal,
la vieja virgen se
pasea silenciosa,
dulce y cristalina,
jazmín esencial;
redonda como el sol,
como el sol navega,
la noche inunda de su
luz cenital,
el ejército blanco
desde el cielo riela,
jacintos y nardos luna
beberán.
Narciso
Blanco, de temblor
coherente,
suave como el agua
pura,
frío, de fina cintura,
subiendo sobre su
muerte.
Mentiras de la luna
Me mintió la luna con
sus pasos oscuros,
su mirada tan blanca,
con su cielo azul,
me mintió cuando verde
me llenó de jardines,
de sonidos de pájaros,
de las flores que puebla,
del olor de sus campos
y su bella quietud,
me mintió cuando pisa
con sus grises manzanas
las mañanas rellenas de
dulcísima luz,
y cuando en la penumbra
de calladas esperas,
entre soliloquios de
cipreses afilados,
por paseos encumbrados
de su alto acimut
como vislumbraba a la
eterna belleza
poniéndome en mis manos
el tacto de la rosa,
un beso de mis labios,
el agua en sus ruideras,
y cuando entonces dijo
mi amor eres tú.
El huerto
Un vino rojo aporrea
las hojas de los manzanos,
el aire se viste de
oro, salido de su letargo,
clara sombra, negro
sol, las nubes de rubio estaño,
por el monte los
ciruelos cargan ciruelas de encargo,
un riachuelo de tierra
seca sus múltiples brazos,
en el pretil de los
vientos se oye el canto de los pájaros,
mientras el hombre se
agacha y se embebe en su trabajo.
Poema del agua
sonora
Dulce y sonora amiga
que acompañas,
que vienes alta y
morirás profunda,
hermosa levedad de la
montaña,
que cantas clara y con
tersura juntas;
madre de madreselvas y
de juncos,
delantal en los musgos
y los helechos,
aromática y tan fresca
en tus pechos
para beberte a ti, lo
más puro;
por tus veredas el aire
se humedece,
lo llena tu fragancia
inmaculada,
cristal tu voz que de
la piedra arranca
la sinfónica unidad que
nos sostiene;
hermana de la luna,
prima del cielo,
bondadosa regadora de
los campos,
semilla abierta,
errática en tus lechos,
fecundas tierras con
virginales pasos;
natural es tu enseña y
es tu surco
de sequedad el mar que
has conquistado,
viajera inquebrantable,
lo ha llenado
tu esencia en luna de
tu espejo pulcro.
Los humos negros de
las viejas prisiones
Ululan las sirenas de
las antiguas prisiones,
como en las fábricas
del terror y del hollín,
las manos no dejan de
encontrar las migajas,
en los bellos oteros
tiemblan los alhelíes;
campanas de gloria
siembran viejos miedos,
un vino muy amargo se
derramó en el mantel;
pasaron los vapores de
barcos siniestrados,
los ríos de los hombres
no dejan de salir;
una madre no es madre
aunque tenga a sus hijos,
ni porque entone a
ellos una dulce canción,
una madre no es bella
solamente en las fotos,
ni por mirar con
ternura, ni por darles su soplo,
si los ríos de sus
puentes tiemblan de su amor;
al fin, de España se
encontró otros hijos,
los cónsules del miedo
se llenaron de horror,
en la mirada oscura
abrieron nuevas brechas,
barcos enfilados
flotaban de dolor...
Poema a María
La luz de los
crepúsculos casi nos roza,
María,
tiembla sobre el pozo,
y las sombras de la parra se iluminan,
lo llena todo tu
ausencia remontada,
no me acostumbro a tu
no ser y quiero seguir hablándote,
quiero oír tu voz cerca
de mí, o que se acerquen las rosas
y sentir su fragancia,
aunque tú ya no vuelvas.
Las voces rubias de
los coros
Por el alba, en azul,
vestidos de oscuros oros,
vuelan ángeles
trigueños por las alturas del coro,
sus voces son
melodiosas y acompañan a los guiítas,
voces de los
calatravas, pedúnculos de las risas;
llevan pintados en sus
trajes frutos rojos y malva lisas,
arroyos de pitiminí,
oráculos y siempre vivas,
oropéndolas trabadas en
marfileños aullidos,
campos de, pueblo,
Criptana, y forúnculos podridos,
vocecitas de alhelí,
camelias dándose tumbos,
ramitas de perejil y
una noche de difuntos.
Toda la vida así
En aquellos años yo no
me daba cuenta de nada,
flotaba en la alegría,
en soledad, con pocos nombres,
la palabra sueño no era
prostituta ni hurgaba por mi pecho,
la palabra dolor era
más física que una tormenta de Euclides,
todas las palabras
escritas tenían algo de indefinición:
la vida se agrietaba al
lado mío y yo solo escribía,
escribía tan mal que
ahora me duele leerlo.
Los días pensativos
Hay días que me visten
de persona
y anudan mi corbata y
aprietan mis zapatos.
Son días que bajan los
bolsillos hasta tocar los suelos,
no tengo mujeres, ni
vino, en la billetera no hay dinero;
me siento huido en la
jaula enorme, pisoteado por el aire,
me siento muerto y
golpeado en mi pecho,
y nada hay peor que ese
modo de mirarme.
Espinos y alambradas
A los que mueren en pateras
Erial
del amor, noche de espinos,
tu
corazón lastrado por doce caninos,
doce
figuras dulces, llenas de alba,
doce
manos abiertas de lirios y agua.
Veo en tus ojos
verdes ramos de estrellas
y es la
corona al viento tu cabellera,
vistes
vientos suaves y entre tus trenzas
caen
cascadas de luces, guiños de seda.
Ara de los
vergeles, dame tu abrazo,
que
quiero morirme pronto en tu regazo;
dame
tus pechos y volaremos juntos,
en esta noche tan triste, como difuntos.
Que el
alba llegue y nos encuentre Aurora
fundidos en un cuerpo solo y un alma sola.
Para encontrarte
Para decir de ti, para
encontrarte,
yo busco en las riberas
cosas perdidas,
busco conchas de mar,
aves mordidas
por el rubicón de amor,
sin ello hallarte;
para cambiar, por ti,
mundo y aparte,
escribo con luna llena
y nubes vencidas
que no cubren el cielo,
que están ardidas
de un corazón quemado
solo de amarte;
escribo contra mi mal,
sin fe ni parte,
en días cansados y
grises, cosas sabidas,
repito el mar, repito
lo de otras vidas
que nada son, solo para
encontrarte. |